Autor: JULIO MARCELO BRITO ALVISO | 09/10/2025
Dramática perdida de competitividad
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La decisión del gobierno de Estados Unidos de imponer un arancel del 25% a los camiones pesados importados, incluidos los producidos en México, ha encendido las alarmas en una industria que durante décadas fue ejemplo de integración y éxito exportador. El golpe es particularmente duro porque la medida no tiene sustento en investigaciones de dumping ni en incumplimientos del T-MEC: se trata de una decisión unilateral, justificada bajo un paraguas ambiguo de “seguridad nacional”.
México es el principal exportador de camiones pesados hacia Estados Unidos, con más del 94% de su producción destinada a ese mercado. Entre enero y agosto de 2025, se produjeron en el país 99,306 unidades, una caída de 31.6% frente al mismo periodo del año anterior. De ese total, 82,620 camiones se exportaron, con una contracción del 25.8%. Es decir, la industria ya enfrentaba un entorno adverso antes de la imposición del arancel, y ahora se perfila hacia un escenario aún más complicado.
El arancel encarece los precios de las unidades mexicanas y amenaza con hacerlas menos competitivas frente a sus contrapartes ensambladas en Estados Unidos. En un mercado donde las decisiones de compra se basan en costos totales de operación, incluso un incremento marginal puede ser determinante para la pérdida de contratos.
Impacto económico y laboral.- Las consecuencias inmediatas serán visibles en las plantas de producción. El sector de vehículos pesados genera más de 30 mil empleos directos en México y una extensa red de proveedores nacionales de motores, transmisiones, ejes, suspensiones y componentes electrónicos. Si las armadoras reducen su volumen de exportación, la cadena completa resentirá la baja, con despidos, paros técnicos y cancelación de pedidos.
A nivel macroeconómico, la industria de camiones pesados aporta miles de millones de dólares en divisas y es un ejemplo del nearshoring que Estados Unidos había promovido en años recientes. El arancel contradice esa lógica y envía un mensaje de incertidumbre a inversionistas que consideraban a México un socio confiable para reforzar la competitividad regional.
Riesgo de parálisis en las inversiones.- El factor más preocupante es la incertidumbre regulatoria. El argumento de seguridad nacional deja abierta la puerta para que cualquier sector se convierta en blanco de medidas similares. Esto inhibe nuevas inversiones, pues ninguna empresa destinará capital si las reglas del juego pueden cambiar de manera abrupta.
De hecho, se prevé que varios proyectos de ampliación y modernización de plantas —particularmente los enfocados en transición hacia vehículos de bajas emisiones— se retrasen o se congelen hasta que exista mayor claridad sobre el rumbo de la política comercial estadounidense.
Posibles salidas y escenarios.- El gobierno mexicano podría recurrir a los mecanismos de solución de controversias del T-MEC, argumentando que la medida es incompatible con los compromisos de libre comercio de la región. Sin embargo, estos procesos suelen ser largos y complejos, y en el corto plazo el daño ya estaría hecho.
Las empresas, por su parte, analizan diversificar mercados, apuntando hacia América Latina o incluso Europa. No obstante, ninguna región puede absorber el volumen de exportación que representa Estados Unidos. La dependencia estructural del mercado estadounidense es tal que cualquier barrera arancelaria genera efectos inmediatos y profundos.
Los Riesgos.- El riesgo es evidente: México podría perder su posición de liderazgo como exportador de camiones pesados, y con ello se vería afectado uno de los sectores industriales más dinámicos y competitivos del país. El rendimiento, paradójicamente, radica en que esta crisis podría impulsar al gobierno y a la industria a acelerar la diversificación de mercados y a fortalecer el mercado interno, donde la renovación del parque vehicular sigue siendo una asignatura pendiente.
Lo cierto es que, mientras no haya una explicación clara ni motivación comercial detrás del arancel, los camiones pesados mexicanos circulan por el carril de la incertidumbre. Y con ello, la integración productiva de Norteamérica enfrenta un bache que podría redefinir su ruta en los próximos años.
Las marcas más expuestas
La medida golpea directamente a las grandes armadoras que han hecho de México su plataforma exportadora de vehículos pesados:
- Daimler Truck México (Freightliner): con plantas en Saltillo, Coahuila, y Santiago Tianguistenco, Estado de México, es el líder en producción y exportación de tractocamiones. Sus Freightliner Cascadia, destinados mayoritariamente a EE. UU., se encarecerán de inmediato con el nuevo arancel.
- Kenworth Mexicana (PACCAR): desde su planta en Mexicali, Baja California, exporta la mayoría de sus unidades al norte. La empresa ha invertido fuertemente en tecnología y calidad, pero el sobrecosto del 25% limita su capacidad competitiva.
- International Navistar (Escobedo, Nuevo León): otra de las grandes productoras de tractocamiones en México. Sus unidades para carga pesada forman parte esencial del comercio transfronterizo, ahora amenazado por la barrera arancelaria.
- Volvo y Mack Trucks (Tultitlán, Estado de México): con operaciones importantes, se enfocan en el mercado estadounidense y canadiense. Aunque su volumen es menor que Freightliner o Kenworth, la dependencia de EE. UU. los deja igualmente vulnerables.
- DINA: aunque con menor presencia en exportación de pesados hacia Estados Unidos, su apuesta por diversificar la producción nacional también se ve afectada por un entorno de incertidumbre generalizada.
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