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Leopoldo Orellana qePD

Autor: admin | 27/08/2014

Ayer llegué a la redacción de La Crónica de Hoy lleno de tristeza. Venía del sepelio de un amigo de más de 25 años, Leopoldo Orellana Funes, presidente y director general de Mazda Sales de México. En el trayecto los recuerdos se juntaron hasta confundirse. Toda una vida. Lo conocí a finales de los años 80, entre 1987 y 1988. Él, como ingeniero de Ford, y yo como reportero de Excélsior. La vida unió nuestros caminos en lo que nos apasionó mutuamente: la industria automotriz.

 

Tuve la fortuna de seguir su carrera profesional. Siempre ascendente y no es una consideración que surge del profundo sentimiento que hoy me embarga, sino de hechos concretos. Al final de su carrera los resultados están ahí: logró hacer florecer una empresa en México, que se inició con siete personas y en nueve años, Mazda cuenta con más de cuatro mil empleados, una red muy grande de distribuidores y una planta de 150 mil autos anuales en Salamanca.  Pocos lo logran, Toyota, por ejemplo fracasó en el intento.

A Polo Orellana lo sorprendió la muerte muy joven  a los 51 años de edad. Aún recuerdo que en Ford asumió  la dirección general de Lincoln, dentro del ambiente del Tratado de Libre Comercio, y hace nueve años le propusieron la dirección general de Mazda, pero como una marca que llegaba de la mano de Ford.

Las oficinas de Mazda en el corporativo de Ford eran muy pequeñas. Apenas unos cuantos metros cuadrados en el lobby. Parecían los familiares arrimados. De hecho, al llegar a la recepción, como estaba en el mismo nivel, canalizaban a las visitas con una sensación que estaban en Ford, pero no eran Ford.

Con empeño y una estrategia muy acertada de marketing supo consolidar el mensaje del zoom-zoom de Mazda. Así se le conocía, porque él tomó muy en serio el amor a la marca y transmitía esa pasión. La gente se preguntaba en qué radicaba el éxito de la Mazda CX7 si eran en el fondo lo mismo que la Edge de Ford. La repuesta era Polo Orellana.

Uno de los aciertos fue recomendar a Mazda, dejar el cobijo de Ford  para poder crecer. Había problemas muy importantes en servicio de postventa y los clientes se iban. Una vez que tuvieron concesionarias y talleres propios se encargó de ser la primera empresa en señalar los derechos de los compradores y los cumplió.

Después fue parte clave en atraer la inversión necesaria para una planta en México. Toyota jamás pudo dar ese paso y necesitó del arrojo de Mazda para producir dentro de dos años un vehículo en Salamanca. Parte de esos más de 4 mil empleos directos es resultado  del trabajo de Polo Orellana. La muerte siempre duele, aunque en algunas ocasiones cala. Descanse en paz el gran Polo Orellana.

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